miércoles, 13 de mayo de 2009

Etiquétame-domíname- poséeme!

Me preocupa cada día más cómo se ha vuelto costumbre etiquetarlo todo y a todos, hasta el punto de llegar a buscar identidad propia bajo calificativos absurdos y algunas veces ajenos (basados en conocimientos entre supuestos), que a su vez nos limitan porque nos impiden explorar factores que según los estándares de una categoría no pertenecen a otra.

Pero el problema no es que existan las etiquetas, porque estas hacen parte fundamental del lenguaje y cumplen un fin necesario, el PROBLEMA radica en la proliferación de las mismas que en exceso tienen el poder de hacernos cada vez más pasivos, insensibles, ausentes al mundo (que se encuentra adentro y allá afuera) real, ante nuestra vida misma determinando toda interacción social, dejándonos ignorantes y a la vez ignorantes de nuestra ignorancia, por más redundante que suene.

La excesiva utilización de una palabra, especialmente de una etiqueta ,es peligrosa. Llega a ser más fuerte que un arma, más rápida que la luz y más poderosa que el silencio.

Utilizamos etiquetas que nos permiten permanecer en nuestra zona segura, nos atamos a nuestros imaginarios y es difícil lograr salir o reconocer algunas características sobre una etiqueta que en supuesto no es posible. En el otros nos vemos reflejados desde nuestro mismo reflejo, pero no logramos observarlo, al contrario,preferimos identificar la mayor cantidad de etiquetas y calificativos para categorizarlo, encasillarlo, marcarlo y tener algún poder sobre él.

No queremos verlo como igual (algunas veces designamos palabras para intentar hacerlo y lo único que lograrlos es alejarlo más, alienarlo), nos negamos inconscientes hacerlo porque no nos aceptamos ni a nosotros mismos, nos es casi imposible reconocernos y por ello preferimos "reconocer" a los otros, es más fácil y a su vez inútil, además "el cómo vemos al otro habla de nosotros mismos".

Estoy convencida de que la etiqueta no nos permite ver realidades, nos ahorra el problema de observar detenidamente una problemática. Preferimos jugar el juego de los dictadores y abusadores, un juego muy popular del que todos hacemos parte llamado "Victima o Victimario", y algunos se sientes victimas mientras otros quieren victimizar, o se han acostumbrado a hacerlo, especialmente quienes están acostumbrados a utilizar en su cotidianidad la palabra POBRECITO/A.

Cómo el asignarle un nombre de diferente al otro, me da el poder de pisotearlo o ignorarlo, de volverlo victima a mi placer o aprovecharme de su diferencia; del mismo modo el asignarme a mi misma estereotipos con una carga historia me permite acceder a ciertos espacios, o justifica ciertas actitudes.

El ponerle categorías a todo, porque sí, a la ligera, es desagradable y me asusta. Es tan fácil decirle "DESECHABLE" a alguien y luego victimizarlo diciendo POBRECITO, para seguir nuestro camino al trabajo, universidad, o destino. Nos permite no verlo como humano, nos justifica la pasividad, e impide que en nosotros se genere curiosidad o necesidad de actuar, nos impide reaccionar, nos impide leer. El otro que se muera, allá él -en todo caso no es mí problema-, yo tengo afán y seguramente por algo es DESECHABLE...

Que tristeza de mundo en el que vivimos! ¿cuándo fue que nos acostumbramos a ese tipo de inhumanidad?, somos como robots, tan máquinas adiestradas que es difícil ser parte del cambio; algunos se dan cuenta o lo sospechan, pero prefieren, preferimos, ignorarlo. Nos facilita la vida acostumbrada a los contrastes, nos permite sentir que escogimos o fuimos privilegiados, y jamás nos incomoda.

En fin... Algo que me molesta mucho y que ocurre muy a menudo en Colombia, independientemente de quién seas o no seas, es que cuando se da una crítica sobre algo relacionado al gobierno o que pueda relacionarse con el mismo, puede que uno termine siendo acusado de Terrorista, o en algunas ocasiones de Uribista. Lo curioso es que no existe un término medio, o eres uno o el otro, es inevitable; y esa actitud me da miedo y me parece algo radical, especialmente porque ese tipo de acusaciones pueden ocurrir en una conversación espontánea, donde, ni siquiera se este mencionando al querido presidente o hablando de una entidad específica.

Este tipo de actitudes que se basan en acusar y señalar al OTRO de terrorista o uribista, como opuestos y enemigos extremos (independientemente de cual acuse a cual), me parecen demasiado sospechosas y peligrosas. Debemos observar el fenómeno y preguntarnos por qué pasa esto, a quién beneficia, a quién le da poder y a quién calla.

Entonces, la invitación que me interesa comunicar apunta a preguntarnos hasta que punto uno puede vivir en una sociedad que se basa en calificativos tan fuertes, que sustentan modos de opresión y limitan la libertad de expresión; cómo es posible seguir hablando en términos de "buenos" o "malos" en el siglo XXI, después de que la historia nos ha demostrado cómo propagandas políticas como la nazi han logrado justificar muerte, odio, crueldad e inhumanidad, convenciendo a sus seguidores valiéndose de la ignorancia y ese estado de dormido.


¿Por qué me quieren etiquetar?, ¿quién les da permiso?, ¿qué pasa si no me encasillo bajo esas etiquetas y no logro identificarme?

TENGO MIEDO, ¡QUE HORROR!,¿QUÉ SIGNIFICA SER HUMANO Y QUIÉNES PUEDEN SERLO? ¿QUIÉNES TIENEN QUE SER OTRA COSA Y POR QUÉ? Que impotencia.

EL PROBLEMA EN REALIDAD NO ES LA ETIQUETA, SOMOS NOSOTROS Y EL NO RECONOCER LA FACHADA DE ESAS ETIQUETAS O CONOCER SU PODER, ES LA COSTUMBRE Y LA RUTINA, ES ESTAR CIEGOS E IGNORARLO.

Cuando etiquetamos el otro es nuestro y podemos hacer lo que queramos con él, por eso hay que tener cautela con el lenguaje, el nuestro por lo menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario